el contrabando del gasolina
published: 14 April 2014
Río Limón, estado Zulia, Bolivia
El río Limón, en el estado Zulia, es el escenario donde miles de personas, en su mayoría habitantes de los municipios Guajira y Mara, desarrollan de forma clandestina la práctica del contrabando de combustible.
Quienes viajan desde Maracaibo hasta La Raya, zona fronteriza con Colombia, observan como el “bachaqueo”, como es conocido este delito comúnmente, se ejecuta a plena luz del día. Sin embargo, sectores de la Laguna de Sinamaica se han convertido en cómplices silenciosos de laboratorios, trechos y depósitos mayoristas de venta de gasolina.
Las aguas del Limón permanecen calmadas, embarcaciones típicas de la zona trasladan a habitantes de un pueblo de agua a otro y los pescadores en plena faena reposan sobre sus lanchas. A simple vista todo parece normal, hasta que labores de inteligencia de Guardacostas descubren el verdadero epicentro del negocio del contrabando.
Sin previo aviso, efectivos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Fanb) parten desde Puerto Mara, punto de control activado hace dos meses, en cinco lanchas con motor fuera de borda y dos hidrodeslizadores pantaneros.
A pocos kilómetros de haber zarpado río adentro comienzan a notarse los primeros indicios que dejan en evidencia la práctica ilegal vía lacustre.
De la nada aparecen lanchas de presuntos pescadores, quienes toman fotografías a los oficiales y realizan llamadas telefónicas a otros supuestos pescadores.
Las señas entre los funcionarios, expertos en procedimientos de esta naturaleza, revelan el hallazgo: cantidades industriales de pipas de gasolina flotantes amarradas “tipo chorizo” listas para ser trasladadas al país vecino.
El olor a gasolina es fuerte y la contaminación del agua sugiere que la práctica se realiza de forma habitual. Cada contenedor tiene una capacidad de 220 litros de combustible y cada chorizo está compuesto de, por lo menos, 12 pipas.
“Estos envases son trasladados vía acuática y terrestre hasta Colombia. Las labores de patrullaje se realizan todos los días, tanto de día como de noche”, detalla el capitán de navío Rodolfo Sánchez Veroes, comandante de la Estación Principal de Guardacostas “Teniente Pedro Lucas Urribarrí” en Maracaibo.
Los sectores La Boquita, El Japón y Nuevo Mundo son los más involucrados en el contrabando. La cantidad de combustible que se halla en estos pequeños pueblos es alarmante y sus habitantes, sin temor a ser vistos y sin miedo a ser castigados, desafían a las autoridades.
La situación nunca deja de ser peligrosa, los “bachaqueros” defienden su mercancía. Amenazan, insultan y rodean a los efectivos castrenses, quienes a pesar de todo se arriesgan, decomisan e intentan concienciar a los pobladores sobre los efectos de esta actividad ilegal.
“Algunas pipas son decomisadas. Los militares amarran los chorizos a las embarcaciones y las pasean mientras dure el operativo hasta trasladarlas a tierra donde son destruidas para evitar su uso”, explica Sánchez Veroes.
En algunas ocasiones, las mujeres de la zona se ubican alrededor de los contenedores para evitar que éstos sean decomisados y provocar a los funcionarios a enfrentarse, sin embargo, los efectivos castrenses están preparados profesionalmente para manejar cualquier situación que se presente.
“Ellos (los habitantes) ordenan a las mujeres que rodeen las pipas para que nosotros no podamos hacer nada, en teoría. La idea no es que se utilice la fuerza, por eso tratamos de mediar y en situaciones extremas debemos actuar”, agrega el comandante de la Estación Principal de Guardacostas de Maracaibo.
Si los contrabandistas se niegan a permitir que las pipas sean decomisadas, los funcionarios las inutilizan en el agua.
Víctimas y cómplices
La confabulación se manifiesta en los habitantes de la Laguna de Sinamaica como si cada uno resultara beneficiado del delito. Hombres, mujeres y niños aseguran desconocer de dónde provienen las pipas de gasolina y mucho menos se atreven a dar nombres de responsables.
Con la llegada de las autoridades militares, los pobladores protestan desde los palafitos y señalan al “bachaqueo” como una excusa ante las necesidades en materia de salud, economía y educación. Sin embargo, el río Limón ha sido desde siempre una fuente inagotable de productos para la actividad pesquera.
María Méndoza, de 66 años, ha vivido en el sector La Boquita desde hace más de cuatro décadas y asegura que a pesar de contar con la pesca como fuente de trabajo, los pobladores optan por “bachaquear”, ya que de esa manera obtienen dinero más fácil.
“No te voy a decir mentiras, aquí la gente prefiere contrabandear antes de trabajar dignamente, porque con el bachaqueo se gana mucho dinero y para trabajar hay que esforzarse demasiado”, manifiesta Sánchez, madre de un militar activo y un enfermero del Centro de Diagnóstico Integral (CDI) de Sinamaica.
Sánchez Veroes destaca que la labor de los oficiales además de salvaguardar la vida humana en el mar, es verificar que no exista contrabando de combustible en los espacios fluviales de la entidad.
Hasta la fecha han sido destruidas mil 170 pipas de combustible, lo que representa más de 250 mil litros de gasolina, según cifras aportadas por la Armada Bolivariana.
A diario aparecen trochas y canales dragados de forma improvisada que los “bachaqueros” utilizan como nuevas rutas de transporte, pero a medida que esto sucede las labores de patrullaje y vigilancia lacustre se intensifican, para poner punto final a esta práctica ilegal que afecta a todos los ciudadanos.
[youtube=http://youtu.be/y6l7CTMgZgM&rel=0]